miércoles, 22 de diciembre de 2010

Piden perpetua para Luis Patti por sus crímenes durante la dictadura

Un agente de la inteligencia militar

La fiscalía de San Martín consideró que en el juicio contra el ex subcomisario quedó acreditada su relación con el Servicio de Inteligencia del Ejército. Los fiscales también solicitaron la aplicación de la máxima pena para el resto de los acusados.
Por Alejandra Dandan

La fiscalía oral de San Martín dio por acreditado el vínculo entre Luis Abelardo Patti y el Servicio de Inteligencia del Ejército Argentino. Pese a no establecer aún si la relación fue orgánica o inorgánica, los fiscales incorporaron el dato a los alegatos que concluyeron ayer en el marco del juicio que se le sigue por la autoría material del homicidio calificado de Gastón Gonçalves, nueve privaciones ilegales de la libertad y seis tormentos agravados, porque las víctimas eran perseguidos políticos. Luego de dos jornadas de lecturas, pidieron para el ex subcomisario la pena de prisión perpetua. El equipo de fiscales integrado por Juan Murray, Marcelo García Berro y Augusto de Luca pidió además la pena máxima para el resto de los acusados: los generales Omar Riveros y Reynaldo Bignone; el torturador de Campo de Mayo Martín “El Toro” Rodríguez y el ex jefe de la comisaría de Escobar Fernando Meneghini, el único con asistencia perfecta a los debates y quien hasta ahora intentó demostrar que a partir del golpe quedó casi privado de su libertad, en medio de una comisaría ocupada por el Ejército. Las audiencias entran ahora en un cuarto intermedio hasta febrero, ocasión en la que las querellas continuarán con los alegatos.

Como cada vez, Meneghini se sentó solo en las sillas destinadas a los acusados en el escenario del lavado auditorio municipal de José León Suárez. Como sucede habitualmente, Patti no estuvo. Hacia el final de la audiencia, el Tribunal leyó una resolución de un médico del Servicio Penitenciario Federal según la cual el ex intendente no pudo presentarse por problemas de presión. Enseguida, con ese énfasis que suele darle a las cosas cuando la sobresaltan, la presidenta del Tribunal Oral Federal 1 de San Martín ordenó que se giraran todas las resoluciones al jefe del Servicio Penitenciario. Lucila Larrandart decidió abrir una instancia de análisis para sancionar administrativa o penalmente a Patti por las repetidas inasistencias a la sala. El público aplaudió.

En tanto, la fiscalía terminaba la segunda y última jornada de alegatos: consideró a todos culpables por homicidio agravado en grado de autor o partícipe necesario, cargo que habilitó el pedido colectivo de prisión perpetua. Por el asesinato de Gastón Gonçalves acusaron a Riveros, Patti y Meneghini; por el homicidio del ex diputado Diego Muniz Barreto a Riveros, Bignone y Rodríguez.

La acusación mantuvo a grandes rasgos el mismo pedido de condenas con el que se inició el debate, pero con pruebas consolidadas por declaraciones clave y valientes de muchas de las víctimas y por el aporte de documentos. Uno de los casos más sólidos fue el del propio Patti: el nombre que vincula todos los casos de la causa con la actividad desplegada por la Inteligencia de Campo de Mayo, según describieron los fiscales. “Es la intervención de este individuo la que vincula los casos de esta causa con la actividad de Inteligencia desplegada desde de Campo de Mayo, y ello demuestra que los hechos no fueron producto de la pasión del momento, del fragor de una lucha, ni del arrebato de un descontrolado policía que quería quedar bien con quienes ostentaban el poder, sino el resultado de un estudio paciente y premeditado, del trabajo de inteligencia política”.

Inteligencia

Los fiscales relevaron pruebas para poder explicar no sólo quién era Patti en la zona, sino por qué, con el cargo que tenía, podía estar detrás de los operativos. Uno de los datos fue un volante de enero de 1975 de la Juventud Peronista que terminó archivado en la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (Dipba). “Pueblo de Escobar –decía–, denunciamos bárbaros atropellos a la dignidad humana en la persona de cuatro personas detenidas que están siendo objeto, desde que está el patrullero en la puerta (más de tres semanas), de terribles e incalificables actos de tortura, en la cámara del terror ubicada en los sótanos de la Comisaría local. Las mismas van desde la agresión física hasta la utilización de la modernizada picana eléctrica. Los siniestros personajes que llevan a cabo estos bestiales hechos son el Comisario de Policía local, los oficiales ‘especializados’ Santos y Patti, el suboficial García y otros.”

El dato, incorporado por la declaración de peritos de la Dipba, precedió al momento en el que mencionaron la relación con Inteligencia: “Ha quedado plenamente acreditada la vinculación de Luis Abelardo Patti con el Servicio de Inteligencia del Ejército Argentino, aunque no hayamos podido establecer si esa vinculación era orgánica o inorgánica”. Sería imposible, agregaron, “que un oficial subinspector de la Policía de la Provincia de Buenos Aires hubiera tenido la actuación que tuvo dentro de la estructura represiva sin contar con una posición determinada en el área de Inteligencia”.

Las declaraciones de dos testigos lo situaron comandando efectivos del Ejército Argentino. Entre ellos, Elena Gómez, nacida en Baigorrita, el mismo lugar de donde es Patti y quien lo identificó como el hombre que en septiembre de 1976, cuando ella vivía en La Plata, comandó al grupo de tareas que entró a su casa. Dijo que el jefe del grupo tenía el pelo un poco largo y ojos azules y que ella se dijo: “A vos te conozco”. Entendió que lo conocía de Baigorrita años más tarde, cuando lo vio como candidato por la televisión.

Los fiscales apoyaron esa relación en otros antecedentes, como el caso de Osvaldo Cambiaso y Eduardo Pereyra Rossi. En esa causa, explicaron, Patti resulta autor material de los disparos de arma de fuego que ocasionaron la muerte de los dos militantes peronistas. “Su participación está demostrada con independencia de si en el proceso correspondiente será o no declarado culpable.” E indicaron que “ambas víctimas fueron secuestradas y torturadas en la ciudad de Rosario el 14 de mayo de 1983 por personal de Inteligencia de Ejército y que fueron entregados a Patti en la localidad de Lima, Zárate, para que los ejecutara en la misma tarde de ese día”. En esa “Operación Especial de Inteligencia” destinada a ahogar el “rebrote subversivo” en el proceso de recuperación de la democracia “tuvo un rol protagónico el Servicio de Inteligencia de Ejército (SIE) y dentro de él Luis Abelardo Patti

viernes, 10 de diciembre de 2010

Vuelos y torturas

El testimonio de Víctor Ibañez 
por Alejandra Dandan

“Una vez me ordenaron llevar a unas personas al batallón de aviación del Ejército. Cumplo la orden, los llevo, ellos se identifican como aviadores o de la Fuerza Aérea y los llevo hasta la punta de la pista, donde reconozco que bajan de un jeep al teniente coronel Guerrieri y el general Bignone, entre otros; parecía que se conocían de mucho tiempo. Ahí estaban subiendo personas al avión, encapuchadas, y alcancé a ver cómo los estaban inyectando en las piernas.”

Víctor Armando Ibáñez declaró como testigo en el juicio a Luis Abelardo Patti y Reynaldo Bignone, entre otros. Ibáñez, que ahora tiene 60 años, es un militar que fue cabo primero en Campo de Mayo y hace años publicó una biografía con sus relatos y los de otros compañeros testigos de lo que sucedió en el interior del centro clandestino de la guarnición durante la última dictadura. Su testimonio ingresó en la última etapa de testigos. En la audiencia confirmó las descripciones más brutales sobre el capitán Martín Rodríguez, alias El Toro, uno de los torturadores del campo y ahora imputado en la causa. Y reveló detalles del momento en el que uno de sus compañeros se levantó a las tres de la mañana por orden de un superior a sacar del campo y entregar al ex diputado Diego Muniz Barreto.

Las sucesivas declaraciones de Ibáñez permitieron identificar en los últimos años a varios represores. Ibáñez hizo tándem con un compañero de apellido Roldán al que le decían Trapito. Como siempre andaban juntos, a él terminaron diciéndole Petete. Los sobrenombres eran una de las formas de invisibilización adentro del campo, la razón por la que hoy él todavía no puede saber cuáles son otros nombres.

“Roldán era mi compinche, éramos como hermanos, siempre andábamos juntos, nunca nos separábamos.” Roldán también conducía y operaba la radio. Un día del que no se acuerda ni fecha ni año, alguien le ordenó a Roldán llevarse a uno de los detenidos. Tenía que estar a las tres de la mañana en el parque Automotor del Departamento de Inteligencia: “En realidad –dijo–, yo era el conductor, y yo estaba de turno, o sea que esa misión era para mí, pero Trapito también era conductor, y cuando el oficial de servicio nos despierta, Trapito va porque quería traer el mate cocido a la madrugada y se iba a quedar en el cuartel y no iba a volver al Campo”.

Así es que esa madrugada, el oficial de servicio despertó a Trapito, le entregó al detenido y a un tal Puma, un gendarme nombrado por varios testigos pero que aún no está identificado. Los tres se subieron a un jeep, y Trapito cargó además los tachos para mate cocido. A la hora acordada llegó al lugar donde le dijeron. “Le abre el portón corredizo, y ahí alcanzó a reconocer al Capitán (Rafael Félix) López Fader, se cierra el portón y deja las luces del jeep encendidas: ahí entrega a esa persona con el gendarme, eso me lo narró a mí.”

A Trapito le ordenaron no moverse. Con la luz del jeep vio que vendaban la mano del señor detenido, le pusieron algodones y no sabe si lo ataron con un hilo o una cadena. En la penumbra observó todo: “Cuando regresó me dijo que le ordenaron volver, habrá regresado cuarenta minutos más tarde, vino mal y me cuenta que no alcanzó a ver a las demás personas; bueno, me comenta eso, hablamos de todo un poco hasta que nos quedamos dormidos de nuevo”.

Entre los lugares por donde se movían había una sala de situación. Y sobre alguno de los sectores, uno gráfico con nombres de personas. Días más tarde, encontraron ahí un recorte de diario con la noticia del fraguado accidente de Diego Muniz Barreto. Trapito lo reconoció: le dijo a Ibáñez que ése era el muchacho del traslado. “Bueno, y después ahí escucha los comentarios de los otros, de López Fader y relacionó todo: era un muchacho muy vivo.”

Ibáñez habló además de ese episodio en la pista de aviones de Campo de Mayo, que ya había declarado en otra causa. Ahí nombró a Bignone, pero además a Pascual Guerrieri, un teniente coronel que primero estuvo en Campo de Mayo y después como segundo jefe del Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario, donde fue juzgado y recibió condena a perpetua. Estuvo en la SIDE hasta el 2000, cuando se decidió echar de la Secretaría de Inteligencia al personal más comprometido con la represión ilegal.

Después de las preguntas de las querellas, Ibáñez fue blanco de un ping pong de preguntas punzantes. El defensor oficial Juan Carlos Tripaldi preguntó alguna vez por los “guerrilleros” y aunque no usó ni la palabra subversivos ni la palabra terroristas, como alguna otra defensora oficial en otro juicio, el tono quedó flotando. Más adelante hizo otra pregunta en sentido un poco más peligroso: le preguntó a Ibáñez por el testimonio de un ex prisionero, pero no lo nombró como una víctima, sino que preguntó si era “colaboracionista”. A esa altura, la querella lo paró. Lo mismo pidió la fiscalía. Y el Tribunal, rápidamente lo frenó.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Ratifican que ya Rodolfo Walsh había denunciado el crimen oculto de un ex diputado

La periodista Lila Pastoriza ratificó que un cable de la agencia clandestina de noticias -fundada por el asesinado escritor Rodolfo Walsh en la última dictadura- dio cuenta del secuestro y crimen del ex diputado nacional Diego Muñiz Barreto en momentos en que la versión oficial hablaba de su muerte en un accidente de tránsito en Entre Ríos.

Por Karina Poritzker

Pastoriza dejó en claro así que apenas ocurrido el hecho ya se sabía la verdad sobre la detención ilegal de Muñiz Barreto y su entonces secretario Juan José Fernández, en una carnicería de Escobar, en febrero de 1977, hecho por el que es juzgado el ex subcomisario de esa localidad del norte bonaerense Luis Abelardo Patti.

La periodista integraba junto a un puñado de colegas la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA) fundada por Walsh para dar información sobre violaciones a los derechos humanos imposible de publicar en los medios periodísticos de la época.

La testigo y sobreviviente del centro clandestino de detención que funcionó en la ESMA dio su testimonio hoy el juicio que el Tribunal Oral Federal 1 de San Martín sigue a Patti, al ex dictador Reynaldo Bignone, al ex general Santiago Omar Riveros y al ex comisario de Escobar Juan Fernando Meneghini.

Bignone, de 82 años, no asistió a la audiencia en el auditorio Hugo del Carril de la localidad bonaerense de José León Suárez ya que según un parte médico fue derivado de la cárcel al Hospital Militar Central para estudios médicos al sufrir un cuadro de deshidratación y problemas gastrointestinales.

Otra testigo programada para hoy, la fundadora de Madres de Plaza de Mayo Chicha Mariani no asistió al debate por sufrir un problema cardíaco, según se informó al tribunal.

"Hubo un cable de ANCLA a principios del 77, se sabía del secuestro de Muñiz Barreto y su secretario, había salido la noticia en el Herald y se decía después que había muerto en un accidente. Entonces salió el cable que decía que había sido asesinado después de su secuestro por la policía de Escobar", recordó Pastoriza.

El cable de ANCLA, exhibido en la audiencia, titulaba "Alevoso asesinato de Diego Muñiz Barreto" y estaba fechado el 15 de marzo de 1977, poco después del hallazgo de su cuerpo, el 7 de ese mes, dentro de su auto hundido en un río entrerriano y de presentarse lo ocurrido como un accidente de tránsito protagonizado por su entonces secretario Juan José Fernández, quien había podido salvarse.

"La información la trajo Walsh, se que llegó vía Rodolfo", agregó Pastoriza, quien leyó el cable ante los jueces y lo ratificó en todos sus términos.

En el texto se decía que Muñiz Barreto había sido "torturado brutalmente" en zona del Primer Cuerpo del Ejército luego de ser entregado por la Policía Bonaerense, hechos que ahora se dan casi por probados en la acusación fiscal.

Por esa época Walsh "ya no vivía en Capital, no estaba al frente de la agencia, lo vi dos o tres veces ese año y una semana antes de que lo mataran", recordó sobre el encuentro que tuvo con el autor de "Carta abierta a la Junta Militar" en un bar.

En ese encuentro "estuvimos leyendo y repasando el borrador de la carta, estaba muy contento, me dijo radiante `he vuelto a escribir`. Esa fue la última vez que lo vi".

En junio de 1977 Pastoriza fue secuestrada y llevada al centro clandestino de detención de la Escuela de Mecánica de la Armada, lugar donde "vio en una carpeta todos los cables de la agencia y la carta de Rodolfo Walsh que era absolutamente conocida para ellos".

ANCLA fue fundada por Walsh "y se proponía romper el cerco informativo de la dictadura, despachaba cables con noticias aportadas por muchos, muchos periodistas que no podían darlas a conocer en sus medios por la censura brutal".

"La información circulaba en tribunales, estudios jurídicos, redacciones y Walsh era obsesivo con que la información fuera cierta y veraz", agregó.

"A principios del 77 la represión era muy fuerte, habían secuestrado a Eduardo Suárez, que trabajaba en el Cronista Comercial y en ANCLA y a su esposa. Éramos cuatro o cinco y comenzamos a trabajar desde distintos lugares", recordó.

Otro testigo, el escritor y periodista Vicente Zito Lema ratificó en un largo y conmovedor testimonio el relato que hizo el ex secretario de Muñiz Barreto en España, tras escapar del automóvil hundido en Entre Ríos y exiliarse en ese país.

Al igual que el secretario de Derechos Humanos de la Nación, quien declaró el lunes, Zito Lema estaba exiliado en España e integró la CADHU, Comisión Argentina por los Derechos Humanos.

Al declarar, recordó que su "gran amigo" luego asesinado por la Triple A, Rodolfo Ortega Peña, le presentó a Muñiz Barreto, de quien fue "conocido".

Por eso presenció la declaración de Fernández ante la CADHU años después. "Relató que estaba en una carnicería de Escobar con Muñiz Barreto cuando aparece un hombre agresivo, violento, armado, que esgrime el arma y le pide ayuda al carnicero para ver si ellos estaban armados".

"Dijo que lo sorprendió mucho por la agresividad y violencia con que se movía y que luego supo que se llamaba Patti y era oficial de policía de la provincia de Buenos Aires", agregó.

Y luego reconstruyó el relato del ya fallecido Fernández en los mismos términos de otros testigos: relató que le dieron una inyección para calmarlo junto a Muñiz Barreto y que los llevaron hasta Entre Ríos desde Campo de Mayo para introducirlos en el mismo auto en el que circulaban el día de su secuestro y arrojarlos al río.

Fernández no se había dormido con la inyección, logró salir a través de una ventanilla rota y se escondió hasta que sus captores se fueron. Entonces volvió al auto, tocó a Muñiz Barreto que había sido sentado en el asiento de atrás y pensó que había muerto, por lo que escapó del lugar.

"Antes había contado de su detención, que no podían dormir por las ratas de la celda, me quedó grabado, que las ratas se escondían en pozos y luego salían y se venían contra ellos, que por eso mismo no podía dormir", relató.

"En la CADHU pensábamos que ninguna dictadura es eterna y que los responsables de la dictadura tendrían que rendir cuentas", explicó al Tribunal y por eso "escuchábamos testimonios, les hacían bien a las almas lastimadas que llegaban a España y humildemente los difundíamos en todas partes, para que la comunidad internacional ayudara", concluyó.