martes, 19 de octubre de 2010

Testigo habla del "trabajo" de Luis Patti

“Siempre estaba, hacía inteligencia”

Hermano de Tilo, un militante de la JP que editaba un periódico y está desaparecido, Wenner contó que siempre veía a Patti vestido de civil, en un auto particular, dedicado a marcar a la gente. Entre ellos a Gastón Gonçalves, que permanece desaparecido.
Por Alejandra Dandan

Quiero agregar algo, explicó Federico Wenner antes de terminar. “Simplemente recordar que en este predio el 9 de julio de 1956 fue masacrado un grupo de compañeros peronistas en una asonada, lo paradójico es que en ese momento yo era un chico de once años que vivía a cinco cuadras de acá, y cuando vinimos al día siguiente los charcos de sangre eran tan grandes que estaban tapados con alquitrán líquido, eso a colación de lo que siguió ocurriendo en la Argentina.”

A años de los fusilamientos del ’56, ese mismo hombre volvió ayer al terreno de los basurales ahora convertido en el anfiteatro de ese sórdido descampado de José León Suárez donde se llevan a cabo las audiencias del juicio oral contra el subcomisario Luis Patti, los condenados generales Oscar Riveros y Reynaldo Bignone y el comisario Fernando Meneghini. Federico Wenner es el hermano de Tilo Wenner, propietario de la imprenta Rayo desde donde se hacía el periódico El Actual, una publicación semanal que denunciaba las persecuciones y crímenes previos al golpe militar. Federico es de alguna manera el único sobreviviente de ese diario en el que trabajaban varios militantes de la Juventud Peronista. Su hermano Tilo apareció carbonizado y con un tiro en la cabeza en el mismo camino a orillas del río Luján donde arrojaron el cuerpo de Gastón Gonçalves, cuyo secuestro, desaparición y muerte se investiga en este juicio. Federico habló del rol de “vigilancia” de Patti sobre los militantes y de su propio secuestro: el momento en el que Meneghini reprendió a Patti advirtiéndole que “con uno solo de la familia es suficiente”.

Como sucede en las últimas semanas, sólo Meneghini se sentó en el sector destinado a los acusados. Bignone y Riveros permanecieron en una sala contigua. Y Patti encadenado a su camilla dentro de una ambulancia. Las fotos de los desaparecidos y víctimas de Campo de Mayo continuaron ocupando las primeras hileras de la sala de audiencia. El sector destinado a los seguidores del Paufe permaneció vacío como repleto de fantasmas.

“A Gastón lo conocí porque integraba la Juventud Peronista de la zona norte, con muchos compañeros y mi hermano Tilo”, indicó Federico. “Gastón tenía una columna en el periódico que se llamaba ‘Los Mates de doña Eva’, y eso era una de las partes. La otra parte era la filiación política. Gastón era una excelente persona y un gran compañero.”

A pedido de la querella, Federico Wenner y el resto de los testigos hablaron de lo que fue esa militancia de Gastón. Una identidad social pero sobre todo política que empieza a estar subrayada y a ser levantada en los juicios, no sólo por los sobrevivientes, sino por los familiares. “Tengo entendido que hacía trabajos en la Unión de Trabajadores Rurales –explicó– que estaba en la Dirección Nacional de Educación del Adulto, y hacía trabajos barriales, como correspondía en un gobierno democrático.”

“¿Sufría algún tipo de persecución?”, le preguntó entonces Ana Oberlín, en representación de las querellas. “Luego de la muerte del general Perón –dijo él–, cuando por cuestiones de público conocimiento comenzó a actuar un grupo parapolicial que se llamó Triple A” empezó a observar la violencia. En la imprenta, donde trabajaba con su hermano, indicó, “siempre estaba estacionado a media cuadra, vestido de civil, en un coche particular, el señor Patti, haciendo trabajo de inteligencia. La imprenta estaba frente a la estación de Escobar donde todo era campo, él estaba en la vereda donde no había viviendas, cada dos por tres nos lo encontrábamos y evidentemente no estaba haciendo la siesta: estaba vigilando la entrada y salida de gente que iba a la imprenta”. Gente, aclaró, que eran personas de la Juventud Peronista y vecinos que iban a dejar sus reclamos.

Federico es uno de los testigos contextuales de la causa. Su relato, como la declaración de los testigos que siguieron, permitió aportar detalles sobre el rol de Patti en Escobar, su filiación con el trabajo de inteligencia y con los servicios de informaciones que prestó a los militares de Campo de Mayo, datos que deben probarse en el juicio. “Yo iba a Escobar todos los días –continuó–, periódicamente veía a Patti, pero quisiera recalcar que como oficial de policía jamás se lo vio con uniforme, siempre de civil y transitaba por el pueblo con coche particular, nada que lo identifique como policía.”

Pese a la oposición de los abogados de Patti, Federico Wenner logró contar parte de la historia de su propio secuestro, y señalar a Patti. Eso comenzó el 23 de marzo por la noche, dijo. Esa noche vio todos los vidrios de la imprenta rotos. En la comisaría de Escobar ya estaban las tropas del Ejército. “Entro a la casa de mi hermano y me encuentro con mi cuñada, ella me dice que antes del golpe, un grupo pretendió entrar por la fuerza pero en ese momento teníamos un perro bastante bravo que le dio tiempo a mi hermano a escaparse. Mi hermano era discapacitado, le faltaba el brazo izquierdo producto de un accidente. Lo primero que hice fue intentar ir a una vidriería para que me preparen los vidrios, y cuando salgo veo en un auto particular a un cabo de la policía de Escobar, de nombre Ballesteros, que me dice: ‘¿Dónde se fue tu hermano?’. Y yo me pregunté por qué pregunta por mi hermano.”

Un rato después, un amigo les dijo que Tilo estaba en su casa y por la tarde lo vieron en el taller mecánico de otro compañero. Discutieron. Le propusieron a Tilo sacarlo de Escobar, pero no quiso: “Miren –les dijo–, yo no tengo por qué esconderme”. Y agregó: “Edito un periódico, lo único que se me puede decir es que decimos la verdad”. Y la verdad en esos días era bastante brava. Diez días antes habían secuestrado a otro compañero, y la noticia había salido publicada en el diario. “Yo me voy a entregar”, les dijo Tilo y el 25 a la mañana se presentó en la comisaría de Escobar.

En la comisaría lo recibió el capitán Eduardo Francisco Stigliano. Le dijo que no tenían nada contra él, y lo mandó de nuevo a su casa. Ese mismo 25, la imprenta preparó lo que iba a ser la última publicación del periódico. La tapa era la noticia del intento de secuestro de Tilo. El diario tenía 500 suscriptores por correo, Federico los despachó y a pedido de Tilo llevó uno a la comisaría. “¿Y esto?”, le preguntó Stigliano. “Ya los repartí”, respondió. A las cuatro de la tarde, un sargento y dos cabos entraron a la imprenta con armas largas para llevarse a Tilo. “Mi hermano salió escoltado por estos tres militares, entraron en la comisaría, yo se lo comenté a mi cuñada, pensamos que se lo habían llevado para preguntar algunas cosas, ella fue a ver qué pasaba y Stigliano le dijo que se lo habían llevado a Coordinación Federal.” Fue la última vez que lo vieron.

En los primeros meses del ’77 lo secuestraron a él. La imprenta estaba cerrada. Federico seguía yendo, pero cuando iba a tomarse el tren a la estación de Escobar daba un rodeo para no pasar por la comisaría. A comienzos de marzo, Patti lo esperó en un Peugeot 504. Intentó detenerlo, pero él se metió en la casa de su cuñada. Media hora más tarde tocaron el timbre: un sargento de policía llegaba para llevárselo. Lo subieron al mismo Peugeot, con Patti al volante. “Bajamos los tres –dijo–: el sargento, Patti y yo. En el vestíbulo de la comisaría estaba el comisario Meneghini, lo llama a Patti aparte y le dice: ‘Con uno solo en la familia ya alcanza’”.

A Federico lo tuvieron unos 25 días secuestrado. En esa comisaría, donde el ex comisario Meneghini asegura que no se torturó ni se secuestró, a él lo torturaron en un cuartito, dijo. Situó a un teniente del Ejército, “acompañado por el señor Patti que miraba tranquilamente”.

Wenner mencionó finalmente un episodio del que luego también habló Orlando Ubiedo. Sucedió entre fines de 1975 y comienzos de 1976. Esa vez, el diario había publicado una denuncia de los obreros de Ford por las malas condiciones de la comida. Pocos días después llegaron cuatro autos. “Bajó un grupo de personas que eran de Smata a reclamar porque se publicó la noticia y pudimos comprobar que la concesión del comedor de Ford era de un integrante de Smata: nos robaron, nos intimidaron, lo cachetearon en cierta forma a mi hermano y la policía que estaba a veinte metros no hizo nada.” Según Ubiedo, entre esos hombres estaba disfrazado el propio Patti.

domingo, 17 de octubre de 2010

Siguen declarando testigos en juicio oral contra Patti y Bignone

El TOF Nº1 de San Martín reanuda este lunes, 18 de octubre , las audiencias en el debate que juzga al ex comisario y al ex vicepresidente de facto por delitos contra los derechos humanos. Se investigan crímenes en perjuicio de 10 víctimas

Así, los jueces continuarán escuchando las declaraciones de los testigos en el debate que juzga a Patti y a Santiago Omar Riveros, (comandante del Comando de Institutos Militares durante los años 1976/77), Benito Reynaldo Bignone (jefe del Estado Mayor-segundo comandante de dicho Cuerpo durante el año 1977) y Juan Fernando Meneghini (quien en el período 1976/1977 se desempeñó como comisario de la Comisaría 1ra de la localidad de Escobar).

En el juicio intervienen como partes querellantes la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires, la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, la querella unificada en cabeza de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, Manuel Goncalves y Gastón Goncalves -(en el caso 226 -patrocinados por la Dra. Oberlín, y Juana Muñiz Barreto -caso 246- y María Isabel D'Amico, ambas con el patrocinio de Pablo Llonto.

Los hechos

El objeto del juicio ha quedado conformado por una porción de los hechos que habrían tenido lugar en la Zona de Defensa IV bajo jurisdicción del Comando de Institutos Militares Campo de Mayo en los años 1976 y 1977, de acuerdo a la siguiente plataforma fáctica:

CASO 226: Privación ilegal de la libertad de Gastón Roberto José Gonçalves, ocurrida el día 24 de marzo  de 1976, en la ciudad de Zarate, Provincia de Buenos Aires. Habría sido visto el día 29 de marzo en un camión celular que se encontraba estacionado en la parte trasera de la Comisaría 1era de Escobar. Pocos días después, más específicamente el día 2 de abril de 1976, su cuerpo  fue encontrado sin vida en el Camino Río Luján de la localidad de Escobar, carbonizado. Imputados respecto de este caso Santiago Omar Riveros, Juan F. Meneghini y Luis A. Patti.

CASO 246: Privación ilegal de la libertad de Diego Muñiz Barreto y Juan José Fernández; habría ocurrido aproximadamente a las 18:00 horas del día 16 de febrero de 1977 en la localidad de Escobar, Provincia de Buenos Aires. Habrían sido trasladados por personal policial a la Comisaría de Escobar, y permanecido en dicha condición hasta las 17:30 horas del día 18 de febrero, cuando habrían sido derivados a otra dependencia policial -podría tratarse de la Unidad Regional o Comisaría 1era de la localidad de Tigre de la Policía de la Provincia de Buenos Aires-. Días después el cuerpo de Muñiz Barreto habría sido encontrado sin vida en el interior de un automóvil marca Fiat modelo 128 en aguas del Río Paraná, en la Provincia de Entre Ríos.  Fernández habría logrado escapar de su cautiverio. Por este hecho fueron acusados Santiago O. Riveros, Reynaldo Bignone, Juan F. Meneghini y Luis A. Patti.

CASO 290: 1) Privación ilegal de la libertad de Carlos Daniel Souto, ocurrida presumiblemente el día 10 de agosto de 1976 por un operativo conjunto del Ejército y la Policía en la Estación de Trenes Garín, Partido de Escobar. 2) Privaciones ilegales de la libertad de Guillermo David y Luis Rodolfo D´Amico, acaecidas el 10 de agosto de 1976, quienes habrían sido sustraídos de su casa de la calle Sulling 2089, en la localidad de Garín. 3) Privación Ilegal de la libertad de Osvaldo Tomás Ariosti, que habría ocurrido durante la madrugada del día 3 de abril de 1976 en su domicilio ubicado en la localidad de Garín. Finalmente habría sido trasladado a la Cárcel de Devoto y luego a la Unidad 9 de La Plata, para ser finalmente liberado el 28 de octubre de 1978. Por estos hechos resultan imputados Santiago O. Riveros y Luis Patti.

jueves, 14 de octubre de 2010

Un reclamo de justicia, una búsqueda y un encuentro

Declararon los hijos y el hermano de GASTON GONÇALVES en el juicio contra Luis Patti, Bignone y otros dos represores.
Los primeros testigos del juicio contaron el secuestro de Gastón, las denuncias, el hallazgo de sus restos y el encuentro de Manuel, que recuperó su identidad en 1995.
     
 Por Alejandra Dandan

“A fines del año ’95 supe que mi papá era Gastón Gonçalves, soy uno de los nietos recuperados”, se presentó Manuel Gonçalves ante el tribunal. “Supe que el 24 de marzo de 1976, sabiéndose perseguida, mi mamá dejó de tener contacto con su familia, estaba embarazada y pasó a la clandestinidad; después de varios meses, tuvo el parto, sé que no estaba en las mejores condiciones, con lo cual no sé donde nací.” A partir de 1995, Manuel reconstruyó esa historia que ayer intentó explicar a los miembros del Tribunal Oral Federal de San Martín, en la primera audiencia de testigos del juicio contra Luis Abelardo Patti y otros tres represores. Después hablaron su hermano Gastón y otros familiares. También se escucharon dos testigos clave: ex compañeros de militancia que narraron su encuentro con Gastón Gonçalves mientras todos permanecían secuestrados en las pequeñas celdas de un camión celular estacionado en el predio de la comisaría de Escobar.

El anfiteatro municipal del descampado de José León Suárez recibió a los familiares de las víctimas e impulsores de las investigaciones sobre los crímenes de Campo de Mayo. Las miembros de organismos de derechos humanos, partidos políticos y organizaciones sociales se acomodaron en las sillas, cubriendo el auditorio por donde H.I.J.O.S. comenzó a distribuir copias en blanco y negro de una foto mil veces repetida con la cara de Gastón. Su presencia quedó así esparcida en toda la sala. Adelante sólo se sentó el ex comisario Fernando Meneghini. Reynaldo Bignone, Santiago Omar Riveros y el propio Patti, los otros tres acusados del juicio, permanecieron en una sala contigua porque se negaron a ingresar.

La presidenta Lucila Larrandart abrió el debate a las diez de la mañana. Manuel comenzó a ordenar los pedazos de esa historia que empezó a entramar en el ’95. Contó la muerte de su madre. Manuel ya había nacido. El 19 de noviembre de 1976, dijo, estaban refugiados en una casa de San Nicolás con un matrimonio que huía de Capital Federal con dos niños. En la madrugada, un operativo de unas 40 personas, integrado por las fuerzas de seguridad conjuntas, rodeó la casa y la destruyeron. Dijo: “El único sobreviviente de ese episodio fui yo”.

Permaneció aislado en un hospital durante cuatro meses, seguramente trasladado por el responsable del operativo. El juez a cargo de su caso no hizo nada para devolverlo a su familia. “Perdí mi identidad”, y creció sabiendo sólo que era hijo adoptivo. En 1995 conoció a su abuela y a su hermano Gastón. “Y empecé a encontrarme con toda esta historia, parte de ella es la que se va a contar en esta causa.”

En ese camino necesitó acercarse a los lugares por los que habían pasado sus padres. Volvió a la casa de San Nicolás, a los lugares de militancia en Garín, Maschwitz y Escobar. Al año siguiente, el testimonio de una empleada del cementerio de Escobar permitió localizar tumbas de NN con cuatro personas, entre las que estaba su padre. “Nos ofrecieron ver los restos, pero yo intentaba recuperar la historia y me resultaba raro encontrarme con los huesos, a los que finalmente vi involuntariamente hojeando las páginas de Crónica.”

“Lo que más me acuerdo –dijo– es de una frase que el juez le dijo a mi abuela: ‘Señora, ahora usted va a poder hacer su duelo’. Poco a poco entendí que eso era fundamental.” Tras la exhumación, la madre de Gastón quiso cremar sus restos. Manuel intentó convencerla de no hacerlo. Pero ella tenía miedo de que alguien los levantara y volvieran a ser tirados en algún lugar. “Mi abuela me había buscado a mí, a mi papá, a mi mamá, había motorizado todo, con lo cual no podía pedirle mucho más.” Manuel la acompañó porque la imaginó sola. Cuando llegó, ella estaba con una bolsa en la mano. Le pidió ayuda y él la llevó a los bosques de Palermo. “Ahora finalmente son libres”, le dijo Matilde cuando todo terminó.

La noticia de su restitución reactivó los primeros tramos de la investigación que empezó para saber qué había pasado con sus padres. Conoció a Eva Orifici y a Raúl Marciano, dos compañeros de militancia de Gastón, que declararon poco más tarde y que estuvieron secuestrados con su padre. “Ellos son los primeros que nos dicen que mi papá estuvo en la comisaría de Escobar”, dijo.

Empezó a descubrir a Patti. “Para mí era muy llamativo –dijo–. Patti era una figura pública porque era intendente; era la persona que había ido a esclarecer el caso María Soledad mandado por el presidente de entonces en base a sus poco felices antecedentes. Para mí ése era Patti, no tenía idea de cuál era la relación con los desaparecidos, con mi papá, pero empecé a escuchar que había sido oficial de calle, su nombre aparecía como una referencia directa a él, era joven en ese momento como ellos, era ‘el loco Patti’ y sabían que con él iban tener problemas.” Lo misma confirmación obtuvo su abuela Matilde en una marcha. La mujer de otro de los secuestrados se acercó a decirle que a Gastón y a su marido se los había llevado Patti.

Su abogada, Ana Oberlin, guió las primeras preguntas. Manuel explicó que el 24 de marzo, luego de la detención de Gastón, fueron a la casa, ataron a la abuela, la encapucharon y se la llevaron a un lugar que otro testigo identificó como la comisaría 21ª de Capital Federal. “Mi abuela tenía la fantasía de que en realidad mi papá estaba ahí y, por lo tanto, hacían eso para que él la escuchase.” Cuando salió, se dio cuenta de que estaba a unas cuadras de la casa, de donde le habían sacado todo, hasta las gaseosas. “Encontró el departamento destruido, y se fue a la misma comisaría para decirles: ‘Ustedes me robaron todo’. Pero no le tomaron la denuncia.”

Su hermano Gastón, integrante del grupo Los Pericos, se sentó poco después en esa misma silla. También él contó esa historia dividida con datos que habían quedado en otro lugar. Hijo de la primera esposa de Gastón, con la que había militado, vivía para la época del golpe en una casa de Belgrano. Gastón situó a su padre como trabajador del Banco Nación, echado luego de un reclamo por una guardería. Y la persona que se había dedicado a hacer trabajo de base en Garín entre la Juventud Peronista. Veía a su padre dos veces a la semana. El resto del tiempo estaba en el territorio. “Era su lugar –dijo–. Hacía trabajo de alfabetización, caminos, escuelas, guarderías, un lugar al que yo iba, un lugar de mucha alegría.”

Al poco tiempo, dijo, “dejé de ir; mi papá tenía problemas con la policía. El día del golpe no lo vi. El llegó tarde a casa, escucharon el golpe con mi madre, y él se dirigió temprano a su zona de militancia”.

Al día siguiente los llamó su abuela. Su abuelo fue a la comisaría. La abuela presentó un hábeas corpus. A los seis meses, Emilio Grasselli, de la vicaría castrense, les dijo que no lo busquen más, que había muerto.

Madre e hijo se exiliaron en Brasil, sin contactos ni dinero. Estuvieron unos meses hasta que los expulsaron porque no tenían permiso de trabajo. Se instalaron en Villa Gesell. “Mi madre cargó sobre las espaldas la viudez, a su hijo, sola; yo supe de mi hermano veinte años después –dijo–-. Pensé que no era factible encontrarlo.” También mencionó la recuperación del cuerpo de su padre. “No fue fácil –dijo–, no hubo predisposición de la intendencia: irónicamente era Pa-tti el intendente. Sabemos que del libro de ingresos faltaban las hojas del 2 de abril de 1976”, el día que apareció el cuerpo carbonizado de Gonçalves. Los restos de “mi padre no tenían forma de esqueleto, eran como pedacitos de madera balsa con partes esponjosas; uno espera de alguna manera ver a su padre y ve algo que no es; a mí, como víctima, me produce una cosa extraña”, explicó. “Este genocida se presentaba para decir abiertamente que había realizado una serie de homicidios y apremios ilegales, la gente lo votó y yo espero que la Justicia repare.”

Antes de terminar le pidió a Larrandart permiso para leer algo. Era una poesía escrita por su padre. Que era militante, dijo, pero también era poeta. Y luego afirmó: “Esto era mi padre, al que extraño todos los días”.

Siguió el testimonio de Jorge Gonçalves, que describió la desa-parición de su hermano y las búsquedas. Su hermano había estado detenido varias veces, explicó: una en la Regional de San Martín y otra en la comisaría de Escobar, a fines de 1975. “Fui a preguntar por mi hermano –contó– y me dijeron que no estaba.” Pidió por el oficial. “Ya le van a dar la libertad a su hermano”, le respondió. Entonces le preguntó a esa persona por qué siempre detenían a Gastón, lo tenían dos o tres días y lo largaban. “Lo que pasa con su hermano –le respondió ese oficial– es que es un avivagiles.” Jorge aseguró que con el tiempo se dio cuenta de que esa persona era Patti.

sábado, 9 de octubre de 2010

El show de Patti no convenció a nadie

El represor Luis Patti tiene que ir a las audiencias
El disfraz no convenció
 
El Tribunal Oral Federal 1 de San Martín rechazó ayer el pedido de los defensores de Luis Abelardo Patti para que el torturador pueda dejar de asistir a las audiencias de su primer juicio oral y público por delitos de lesa humanidad durante la dictadura. Los magistrados tomaron nota de los reclamos de los defensores del ex intendente de Escobar, pero priorizaron los informes de los peritos forenses que ratifican el buen estado de salud de Patti, el primer represor en la historia argentina que decide asistir al proceso en camilla y con los ojos cerrados para no tener que mirar de frente a los hijos de sus víctimas. Durante la audiencia de ayer, los secretarios del tribunal leyeron las declaraciones testimoniales de tres personas que murieron antes del inicio del juicio, entre ellas Matilde Pérez de Goncálvez, quien falleció a mediados de 2007 con la satisfacción de haber recuperado a su nieto apropiado, Manuel Goncálvez, pero sin llegar a escuchar la condena a los asesinos de su hijo Gastón.

Frustrada la estrategia de demostrar una incapacidad sobreviniente que le impidiera burlar el proceso por sus crímenes de antaño, Pa-tti se mostró desde la audiencia inicial con el mismo cuello ortopédico con el que se tomaba fotos disfrazado de payaso durante su internación, sólo que recostado, con el rostro adusto y sin el cotillón que usaba en la clínica Fleni de Escobar. El lunes, a pedido de Lucila Larrandart, presidenta del tribunal, el simulador abandonó la escenificación y respondió desde una silla de ruedas que no pensaba prestar declaración indagatoria. Las secuelas del accidente cerebrovascular que sufrió en enero no le impidieron girar la cabeza para mirar a fiscales y querellantes.

Los defensores de Patti plantearon ayer que su cliente no está en condiciones de volver a concurrir al auditorio en la localidad bonaerense de José León Suárez. El tribunal, que también integran Marta Miloc y Horacio Sagretti, escuchó luego a los abogados querellantes y a los representantes del Ministerio Público. “No hay razones médicas para la ausencia del imputado en las audiencias”, destacó el fiscal Marcelo García Berro. En base a los dictámenes de los médicos forenses, que diagnosticaron que Patti está en condiciones físicas y psíquicas para asistir al juicio y defenderse si le place, el tribunal rechazó el pedido. La defensa del ex policía está a cargo de Silvio Duarte y el ex juez Alfredo Bisordi, símbolo vivo de la corporación judicial al servicio de la impunidad de los genocidas.

El resto de la jornada estuvo dedicado a la incorporación por lectura de declaraciones de testigos fallecidos antes del inicio del juicio oral y público, cuyos dichos servirán también como pruebas a la hora de dictar sentencia. Matilde Pérez era la madre de Gastón Goncálvez, a quien Patti amenazó varias veces antes de secuestrarlo, el 24 de marzo de 1976. En su declaración del 2 de marzo de 2005, además de contar su propio secuestro y las torturas que padeció durante la dictadura, la mujer recordó que ya en democracia la llamaron para informarle sobre el hallazgo del cadáver de su hijo en tumbas de NN del cementerio de Escobar, con signos de torturas y fusilamiento. Durante el entierro, agregó, se enteró por dichos de la hija del escritor y periodista Tilo Wenner que Patti era el autor del secuestro de su hijo. La abuela Matilde, como la recuerdan sus nietos Gastón, Manuel y el resto de las Abuelas de Plaza de Mayo, murió el 25 de junio de 2007. Luego se leyó el testimonio de Blanca Leonor Buda, quien también fue privada ilegalmente de su libertad durante la dictadura y pudo ver a Goncálvez torturado en un camión celular estacionado en el fondo de la seccional de Escobar de la policía de la provincia de Buenos Aires, donde prestaba servicios Patti.

lunes, 4 de octubre de 2010

Patti obligado a dejar la camilla pero sigue el show de enfermo

El ex comisario Meneghini declaró y buscó despegarse de Patti
“Una vez me tiraron veinticuatro cadáveres”

La presidenta del Tribunal Oral obligó a Patti a sentarse y responder a la invitación a declarar. Lo colocaron en una silla de ruedas, pero avisó que no hablaría. Quien sí lo hizo fue Meneghini, ex jefe de la comisaría de Escobar.
Por Alejandra Dandan

Desde temprano había corrido la voz de lo que podía pasar. La presidenta del Tribunal Oral Federal 1 de San Martín iba a pedirle a Luis Abelardo Patti que abandonara la escenificación de enfermo, se incorporara y respondiera sentado a la invitación a la indagatoria. Horas después del comienzo del debate, el momento llegó. Tras un pedido en vano de sus abogados, el represor enfrentó al tribunal sobre una silla de ruedas. “¿Desea hacer alguna declaración?”, preguntó la jueza Lucila Larrandart. El ex subcomisario giró la cabeza súbitamente hacia la izquierda para mirar a los abogados querellantes. Luego de levantar el dedo pulgar, respondió a la jueza con un no.

La tercera jornada de audiencias del juicio oral y público en San Martín contra el ex policía entraba así en el tramo final. El ex dictador Reynaldo Bignone se negó a declarar y, antes de Patti, declaró durante unas cuatro horas el ex comisario Fernando Meneghini, jefe de la comisaría de Escobar desde enero de 1976, con prisión domiciliaria. Con la voz carrasposa y 74 años, Meneghini habló por primera vez. Intentó despegarse de Patti, al que, como iba vestido de civil, obligó “al menos a llevar saco y corbata” y a quien le levantó un sumario por tareas de inteligencia ilegal. En su defensa, habló de una relación todopoderosa de los militares de Campo de Mayo sobre la comisaría.

“La comisaría de Escobar tenía mil jefes”, dijo. “Yo parecía el hijo de la pavota, perdóneme la expresión, pero alguna vez me tiraron 24 cadáveres siendo que no me correspondían porque eran Pilar.” Durante uno de los intervalos, esos minutos para ganar algo de aire, los sobrevivientes, amigos y familiares de las víctimas intentaban decodificarlo. Diego Muniz Barreto, el hijo de una de las víctimas, sospechaba que como buen policía el hombre era muy verticalista, hasta que algo entraba en desgracia. Por otras, alguien suponía en cambio que “a lo mejor empezó a romperse el pacto de silencio y se produce un quiebre entre los militares y quienes tenían cargos intermedios como la policía”. En la declaración dejó además otras impresiones: la chance de que alguno de los datos podrían ser, además, el resultado de cierto enfrentamiento con Patti.

Meneghini llegó a la comisaría de Escobar en enero de 1976. Conoció a Patti “en la puerta”, aseguró, y aclaró que durante ese año el ahora ex intendente de Escobar estuvo en la delegación de Garín. Pese a que la delegación dependía de la comisaría de Escobar, Meneghini intentó despegarlo: “A mí no me constaba lo que había hecho en Garín, yo no lo conocía, no sabía qué mentalidad tenía y los corrillos públicos hablaban” del accionar ilegal desde que las comisarías habían entrado en la órbita del Ejército, tras el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. “No podía saber si hacía bien los deberes o transgredía la ley”, aseguró sobre lo que sucedía en Garín. Aun así, a partir de las preguntas de la querella tuvo que reconocer que Garín enviaba partes con operativos y novedades, él visitaba la delegación una vez a la semana y controlaba los libros.

De espaldas al público, enfrentado al tribunal, el ex comisario leyó artículos de diarios y las actas de resoluciones que determinaron entre 1975 y 1976 la subordinación de la policía a la órbita militar. Entre otros datos, se refirió además a un testigo de la instrucción para volver a Patti. Era el hijo del jefe de la Delegación municipal de Garín, la persona que además entregaba vales de nafta e impuestos a la comisaría. “Era Patti el que retiraba los vales”, dijo. “Además se puede presuponer que los vales de nafta eran para Garín, situación que nos lleva a sostener que Patti en dicha fecha con la jerarquía que ostentaba estaba en Garín y no en Escobar, porque la jerarquía reglamentariamente no le permitía estar al frente de una comisaría propiamente dicha.”

Meneghini dijo que Patti se sumó a Escobar en 1977, como oficial de calle. Que él no lo pidió, que fue una orden de la Unidad Regional de Tigre. “Yo nunca le dije a Patti, tal como se me adjudica, que no aplique tormentos sin mi autorización. Sí lo que le dije es que si él iba a prestar servicios en mi comisaría, porque lo había dispuesto la superioridad, que lleve al menos saco y corbata porque no llevaba uniforme y que a mi seccional no trajera ninguna persona ilegal porque yo inmediatamente la iba a documentar”.

Una de las sospechas es que Pa-tti era personal de inteligencia, con funciones en y fuera de Escobar. La querella preguntó a Meneghini por la Dipba, el área de inteligencia de la Policía de Buenos Aires y el ex comisario dijo por ejemplo que había una delegación de la Dipba en la Unidad Regional de Tigre, de donde salió –según sus dichos– el nombramiento de Pa-tti en Escobar.

A mediados de agosto de 1977, explicó, ordenó a Patti una investigación por el supuesto robo en una fábrica de madera. “Participe pero cuidado –le dijo–: usted ya sabe cuál es mi temática”. Al cabo de unos días, lo llamaron de Campo de Mayo porque el sobrino de un general se había quejado de Pa-tti. “Acosamiento –intentó aclarar Meneghini–, pararlo en la calle, incursionar en el núcleo de amistades y familiares de la víctima”.

–¿Eran tareas de inteligencia? –preguntó la querella.

–En la policía no se hacía inteligencia, sí averiguaciones, puede ser que en algún momento lo haya interpelado a este muchacho, que este muchacho le contó al tío, y así hasta que lo dijeron a mí.

Cuando supo que la Justicia iniciaba un juicio en su contra, el ex comisario regresó a la comisaría de Escobar para buscar los libros. Dijo que rescató una sola hoja del libro de sumarios de la comisaría, porque el resto había sido incinerado. Leyó la hoja. Eran datos de presuntas víctimas de la dictadura, con fecha, lugar, nombres o la identificación de NN con hipótesis de las causas de las muertes como privación ilegal de la libertad. La hoja incluía datos sobre los juzgados, a modo de cubrir sus responsabilidades pero a la vez señalar la de los juzgados.

Dijo que “en Escobar no se trabajaba subrepticiamente ni se ocultaba nada”. Y aunque no cuantificó los casos aseguró que “en el caso de los muertos que aparecían, había que identificarlos y nunca había autor. El autor de los hechos de lesa humanidad no iba a estar en el lugar esperando que vayamos noso-tros. Dejaban el paquete y se iban”. Los cuerpos, dijo, “eran NN con disparos de bala, semicarbonizados, cuyas inhumaciones y ataúdes para ser sepultados pagaba la intendencia de Escobar sin que nunca se llegara a identificar a los culpables de los crímenes”.

Meneghini dijo que a partir del 24 de marzo de 1976 la situación de la comisaría cambió: “La comisaría de Escobar parecía que tenía miles de dueños. El capitán que vino con su tropa me dijo que se hacía cargo de la comisaría por orden de la Junta Militar, se aposentó en la casa habitación, y me dijo: ‘Yo me hago cargo de la jurisdicción’ y que yo tenía la obligación de alojarlo”. El capitán era Eduardo Francisco Stigliano. “Compartí ese lugar como un náufrago de un barco pero sin saber lo que hacían porque no me daban ninguna explicación”.

domingo, 3 de octubre de 2010

“Que digan dónde están los compañeros”

Los represores, incluido Patti, podrán declarar si lo desean. Las querellas creen que el ex dictador Bignone podría hacerlo, aunque meramente para reivindicar el genocidio. Riveros ya se negó.
Por Alejandra Dandan

Hoy comienza una nueva audiencia del juicio oral en San Martín. Los represores, entre ellos el ex policía Luis Abelardo Patti, tendrán ocasión de declarar si lo desean. Los organismos de derechos humanos que integran las querellas reiteraron ayer lo que vienen repitiendo en cada uno de los juicios de todo el país: “Lo único que queremos escuchar de los genocidas es que digan dónde están los compañeros desaparecidos y qué es lo que pasó con ellos en los últimos momentos, todo lo demás no nos interesa”.

A una semana del comienzo de las audiencias orales que se llevan a cabo en el auditorio Hugo del Carril, en medio de un descampado en José León Suárez, el Tribunal Oral Federal Nº 1 de San Martín abrirá la posibilidad de que los acusados hagan sus descargos o declaraciones antes del comienzo de los debates. El jueves pasado, la audiencia terminó con la invitación a declarar para el primero de los cuatro acusados, el condenado Santiago Omar Riveros, entonces jefe del Comando de Institutos Militares con sede en Campo de Mayo. Riveros se negó a declarar y en su lugar se escuchó uno de los testimonios que brindó durante la instrucción del juicio.

Se espera que durante la audiencia de hoy las cosas sean distintas. Las querellas creen que, tal como lo hizo en el último juicio, Reynaldo Bignone hará uso de la palabra. Del hombre que fue el último presidente de facto de la dictadura militar, y a quien se lo juzga en este caso por su rol de segundo jefe del Comando de Institutos Militares, se espera que vuelva a reivindicar el genocidio.

Juan Meneghini, en cambio, fue comisario de Escobar durante el período en el que se produjeron los hechos. Se supone que en la audiencia de hoy repetirá las explicaciones que dio durante la instrucción para despegarse de los crímenes. Esto es, que no tenía responsabilidad sobre lo que ocurría en la comisaría una vez que el poder militar se hizo cargo de la zona. Y sobre su relación con Patti siempre dijo que el ex policía se manejaba por las suyas. Pero su explicación no coincide con lo que dicen las pruebas acumuladas de la causa, entre otras razones porque a esta altura está probado que Gastón Gonçalves, secuestrado el 24 de marzo de 1976 y cuyo cuerpo apareció carbonizado con una perforación en el cráneo el 2 de abril de ese año, estuvo secuestrado y sometido a tormentos en un celular de la policía ubicado en el mismo predio de la comisaría. En ese sentido, Ana Oberlin, que representa a una parte de la querella, indicó que Meneghini “no puede pretender desligarse de las situaciones que ocurrieron en el lugar porque siendo comisario tenía responsabilidades”.

Por último, es incierto aún lo que suceda con Patti. Desde hace una semana, el ex policía llega a las audiencias en una camilla y permanece unas horas recostado, rodeado de hombres del Servicio Penitenciario y asistido por un enfermero que controla su presión. Se supone que hoy ingresará en esas mismas condiciones a la sala. “No creemos que hable porque iría en contra de la estrategia que está desarrollando en estos días –dijo Oberlin–, que es que está ahí, y que no puede hacer nada, pero no descartamos que presente algún escrito a través de sus abogados.”

Sus abogados son Silvio Ramón Duarte y el ex camarista Alfredo Bisordi, que intentó a través de todo tipo de presentaciones dilatar el comienzo del juicio. De lo que pueda contener ese escrito también anoche corrían especulaciones. A esta altura del juicio, los querellantes creen que la estrategia de Patti será continuar en camilla para lograr finalmente conseguir la prisión domiciliaria.

La causa es un desprendimiento de la llamada causa Riveros, con más de 400 casos. Tres de esos expedientes son el sustento de este juicio oral. Se trata de Gastón Gonçalves, el único homicidio hasta el momento imputado a Patti; el de Muniz Barreto y su secretario Juan José Fernández, secuestrados el 16 de febrero de 1977 de una comisaría cercana a la comisaría de Escobar, en un hecho que sus familiares adjudican a Patti. Ambos fueron arrojados al Paraná, pero Fernández sobrevivió. El último expediente reúne el secuestro y desaparición de Carlos Souto y los hermanos Guillermo y Luis Rodolfo D’Amico.